¿Qué ha pasado?
El 28 de abril de 2025, España, Portugal y una parte importante de Francia vivieron un apagón eléctrico de gran escala, un acontecimiento excepcional que ha dejado a millones de personas sin energía y ha provocado un considerable desorden e impacto.
Este evento, de extrema gravedad por las alteraciones sociales y las pérdidas económicas que se han ocasionado a todos los niveles, puso de relieve nuestra dependencia diaria —también en el terreno laboral— de elementos que no son permanentes.
Aunque aún se están investigando las causas específicas que han llevado a la caída del sistema eléctrico ibérico, es fundamental reflexionar sobre las consecuencias laborales derivadas y las lecciones que empresas y trabajadores pueden aprender.
El análisis se centra en el impacto inmediato del apagón en el ámbito laboral, desde la paralización de actividades hasta los retos para mantener la continuidad de los negocios.
También se examinan los efectos en distintos sectores y tipos de empresas, la vulnerabilidad de infraestructuras y personas, y las medidas de resiliencia necesarias para hacer frente a futuros incidentes imprevistos. Entender estas dinámicas es crucial para reforzar la preparación y proteger tanto la productividad como la seguridad de los trabajadores.

Consecuencias inmediatas en los centros de trabajo.
El corte masivo de electricidad ha tenido un efecto directo y perceptible en la jornada laboral en España. La interrupción del suministro detuvo de manera súbita la actividad en muchos sectores, evidenciando la debilidad de los sistemas actuales frente a eventos de esta magnitud.
Numerosos negocios se vieron forzados a cerrar. Especialmente afectados fueron comercios y tiendas, que, al no poder usar datáfonos —hoy esenciales para las transacciones—, tuvieron que depender del efectivo, lo que provocó importantes pérdidas.
La hostelería también sufrió: aunque algunas terrazas pudieron mantenerse abiertas, la paralización de cámaras frigoríficas durante horas causó grandes perjuicios económicos.
Sectores como el de la carne reportaron pérdidas millonarias. Las pequeñas y medianas empresas (PYMES), que forman más del 90% del tejido empresarial español, resultaron ser más vulnerables, ya que suelen carecer de sistemas alternativos que las grandes multinacionales sí poseen, lo que las expone aún más ante este tipo de crisis.

El transporte ha sido otro sector gravemente afectado, con serias consecuencias para empleados y viajeros. El tráfico ferroviario sufrió alteraciones importantes y no pudo restablecerse de inmediato. En ciudades como Barcelona, los trenes de cercanías han enfrentado serias dificultades.
La paralización de los servicios estatales de transporte complicó el acceso de muchos trabajadores a sus empleos o el desempeño de tareas que requerían movilidad, incluso registrándose rescates de pasajeros atrapados en trenes.
La fuerte dependencia tecnológica del trabajo actual ha quedado al descubierto. Más allá de los datáfonos, la conectividad a internet y el uso de teléfonos móviles también se vieron comprometidos, aunque inicialmente no colapsaron totalmente.
Las antenas de telefonía móvil, equipadas con baterías de entre 4 y 6 horas de autonomía, sostuvieron las comunicaciones durante un tiempo, pero en algunas áreas la señal se fue debilitando. Algunos puntos estratégicos lograron mantener la conexión gracias a generadores propios. Para quienes trabajan mediante comunicación constante o teletrabajo, este escenario representó un desafío relevante.

Lamentablemente, se produjeron muertes relacionadas con el uso incorrecto de generadores durante el apagón, lo que evidencia los peligros de utilizar fuentes de energía alternativas sin las precauciones adecuadas.
Aunque en el ámbito laboral no se han registrado accidentes ni cuasi accidentes, el apagón pudo haber planteado riesgos de seguridad en el trabajo.
Así como los hospitales y otros servicios esenciales contaban con generadores de respaldo que les permitieron continuar operando, muchos otros centros laborales no disponían de esta protección, exponiendo a empleados y clientes a situaciones peligrosas o a la paralización total de actividades.
La pérdida de productividad y las horas de trabajo no realizadas fueron un impacto económico directo del apagón. Aunque las cifras varían, las estimaciones preliminares señalaban pérdidas de cientos o miles de millones de euros. Detrás de estas cifras macroeconómicas hay autónomos y pequeños negocios que vieron sus ingresos desaparecer en cuestión de horas.
Resiliencia laboral y preparación futura.
El apagón no solo ha revelado la fragilidad del sistema eléctrico, sino también la urgente necesidad de fortalecer la resiliencia a todos los niveles, en especial en el ámbito empresarial y laboral. Este episodio extraordinario debe motivar una revisión profunda de las estrategias de preparación frente a futuras crisis.
Una enseñanza importante es la necesidad de que sectores esenciales como electricidad y telecomunicaciones estén bajo una gestión que garantice la seguridad nacional. Se abre así el debate sobre si servicios vitales, como el suministro eléctrico, deberían estar en manos privadas. Esta discusión técnica y política —que abarca también el uso de energías renovables, combustibles fósiles y energía nuclear— tiene un impacto directo en la estabilidad del suministro energético, base de todas las actividades laborales.
La elevada presencia de energías renovables intermitentes añade tensiones al sistema, y aunque se trabaja en soluciones, el apagón demostró que las redes actuales aún no están preparadas para gestionar grandes cantidades de energía de manera segura, generando posibles fluctuaciones severas. Construir un sistema eléctrico resiliente exige planificación e inversiones adecuadas.

Desde la perspectiva empresarial, el aprendizaje es claro: depender exclusivamente de la red centralizada supone un riesgo. Las empresas deben desarrollar planes de continuidad de negocio y emergencia que contemplen la posibilidad de cortes prolongados de electricidad, incluyendo la adquisición de sistemas de respaldo como generadores o baterías.
Aunque duplicar todos los sistemas sería excesivamente costoso, sí es factible implementar soluciones de respaldo para las operaciones críticas, apostando además por opciones descentralizadas.
La tecnología actual permite que la generación solar distribuida cree «islas energéticas» que podrían ser útiles para edificios de oficinas o complejos industriales en caso de apagón.
Para los trabajadores, el apagón resalta la importancia de la preparación personal. Aunque la idea de un «kit de supervivencia» pueda parecer exagerada, contar con linternas, pilas y una radio a baterías resulta de sentido común para hacer frente a apagones, sean masivos o locales, permitiendo mantenerse informado y gestionar mejor la situación.
Asimismo, comprender cómo se comportan las telecomunicaciones ante la falta de electricidad es cada vez más importante en un entorno digitalizado.
El evento también evidenció el valor del apoyo comunitario. En situaciones críticas, la colaboración espontánea entre personas es fundamental. Fomentar redes de ayuda locales puede ser clave para apoyar a compañeros de trabajo, vecinos o pequeños negocios afectados por apagones u otras crisis. Más allá de las respuestas institucionales, la capacidad de autoorganización de las comunidades es crucial.
La investigación en curso sobre las causas del apagón será determinante para aplicar las reformas necesarias que eviten futuros incidentes. Se busca identificar el origen de la desestabilización, los fallos en las plantas de generación, y establecer estrategias para construir un sistema eléctrico más sólido, con impacto directo en la seguridad de la actividad laboral en todo el país.
¿Qué conclusión podemos sacar?
El apagón masivo en España representó un hecho sin precedentes que paralizó la actividad económica y laboral en amplias zonas del país, afectando tanto a grandes empresas como a trabajadores autónomos y asalariados.
Las consecuencias inmediatas incluyen la interrupción de actividades, pérdidas económicas importantes, problemas en el transporte y dificultades en la conectividad digital, elementos esenciales en el trabajo actual.
Además, hubo pérdidas humanas ligadas al uso inadecuado de soluciones de emergencia.
Este suceso remarca la necesidad urgente de reforzar la resiliencia de la infraestructura eléctrica y de otros servicios críticos. Para el mundo laboral, la principal enseñanza es la necesidad de que empresas, especialmente pymes, refuercen sus planes de continuidad del negocio e incluyan sistemas de respaldo energético.
Los trabajadores, por su parte, deben mejorar su preparación personal y su conocimiento sobre los servicios esenciales de los que dependen.

El debate sobre la gestión del sistema energético no es solo un asunto técnico o político: es una cuestión de estabilidad económica y laboral. Reformar y fortalecer el sistema eléctrico será crucial para proteger la economía y el sustento de millones de personas. Solo mediante una planificación rigurosa y una inversión sostenida se podrán minimizar los riesgos laborales asociados a futuros apagones.
Preguntas frecuentes sobre el apagón y su impacto laboral.
¿Ha habido riesgos para la seguridad laboral?
Por suerte, no se han reportado incidentes laborales a pesar de darse una situación en la que se puede ver afectada la seguridad en el trabajo pero, desgraciadamente, se reportaron muertes asociadas al uso incorrecto de generadores en el entorno doméstico, lo que resalta la importancia de manejar adecuadamente las soluciones de emergencia en cualquier ámbito.
¿Cómo ha afectado el apagón a las empresas?
Obligó a cerrar muchos negocios, particularmente en comercio y hostelería, debido a la falta de electricidad para operar equipos esenciales, como los datáfonos o los sistemas de refrigeración, lo que causó pérdidas significativas.
Las pymes, con menor capacidad de contar con sistemas de respaldo, fueron las más afectadas.
¿Ha sido posible teletrabajar durante el apagón?
El teletrabajo quedó seriamente afectado porque la falta de electricidad interrumpió tanto el acceso a internet como las redes móviles, aunque estas últimas aguantaron algunas horas gracias a baterías de respaldo.
¿Qué impacto ha tenido en el transporte?
El transporte público, especialmente el ferroviario, sufrió interrupciones y retrasos importantes, dificultando o impidiendo que muchos trabajadores pudieran desplazarse, e incluso hubo rescates de pasajeros atrapados en trenes.
¿Pueden las empresas reclamar pérdidas derivadas del apagón?
Sí, las empresas pueden intentar reclamar las pérdidas, aunque no siempre es fácil ni tienen garantizada una compensación. Para hacerlo, deben demostrar que los daños fueron causados directamente por el corte de suministro. Las reclamaciones pueden dirigirse a la compañía eléctrica, a su aseguradora (si su póliza lo cubre) o a otros terceros responsables, según el caso.
Es clave presentar pruebas claras del perjuicio, como facturas, informes técnicos o registros de actividad.
¿Cómo pueden prepararse las empresas para futuros apagones?
Invirtiendo en sistemas de respaldo como generadores, diseñando planes de continuidad de negocio, y explorando alternativas de generación descentralizada para reforzar su autonomía energética.